Me ha encantado escuchar las reflexiones de Montse y Paula.
Como madre, el poder acompañar la expresión emoción de su hijo. La pregunta sobre ¿qué hubiese cambiado si hubiese habido alguien más presenciándolo? Los patrones sociales, las convenciones sobre lo que “está permitido y es permisible” y lo que no.
La observación acerca de qué me ocurre ante la expresión de la emoción de otros… (en este caso, la rabia. ¿Cargo con ella, me hago responsable, culpable…? En fin, todo el abanico de posibilidades.
Poder tomar consciencia de la necesidad de las emociones, validarlas -como también decía Montse-, darnos el permiso de sentirlas y buscar las vías para expresarlas…
Descubrir y revisar los patrones de educación -en este sentido- que se repiten y hacen flaco favor; por ejemplo, el “no llores… ya está”, dicho a un niño, que invalida y restringe la sana expresión del dolor, de la tristeza, la rabia.
¡Qué interesantísimas reflexiones! ¡Qué buenos puntos de referencia a auto-observar!
Muchísimas gracias por compartiros.
Feliz de ver que somos muchas personas las que nos cuestionamos lo que parece “predeterminado” y “estanco”, y queremos seguir modelándonos para el bien-sentir y el bien-vivir.
¡Feliz de poder escucharos, leeros y seguir aprendiendo!
Gracias a toda la comunidad. Gracias, Gaspar, por este espacio de encuentro en el que la vulnerabilidad, la sensibilidad, se sienten invitadas.